Había una época en la cual Europa estaba dividida en dos partes que pretendían el control del territorio:
El Sacro Romano imperio cristiano y el imperio de los turco-otoman.

En 1450 los turcos habían descubierto la importancia estratégica de territorios como Transilvania y Valaquia como vías de acceso para la conquista de Europa y se preparaban para avanzar hacia occidente.

El Voivoda, osea el gobernador de la Valaquia en aquel tiempo era el noble Vlad Dracul II caballero de la orden del dragón, en la lengua rumana podría reproducirse también como diablo, así Vlad Dracul II se convierte en Vlad el diablo. De sus cuatro hijos, fué Vlad III llamado también Dracula, osea hijo del diablo, que animado por su feroz nacionalismo siguió con la tarea de vencer a la invación turca pasando a la historia como uno de los hombres más crueles y despiadados.

Entre 1448 y 1476 se dedicó a hacer de su figura una leyenda; capitán tan genial como despiadado. Drácula se ganó el calificativo de Vlad Tepes, "el empalador" a causa de su método de castigo preferido que consistía en empalar enemigos y a cuantos obstáculos se presentaran en su camino.

Señor absoluto de un pequeño pedazo de tierra de fundamental importancia para el porvenir de Europa, Vlad llevó a cabo con ingeniosa diplomacia un método para salvar Valaquia de la invación extranjera; se alió con ambas partes enemigas sin darlo a conocer y así consiguió que sus tierras quedaran fuera de las conquistas

Por esta gran empresa, todavía hoy se considera en Rumania, Vlad Tepes se considera un heroe nacional.

Si Vlad sospechaba que alguien lo traicionaba, lo torturaba y lo empalaba junto con su familia.

Las torturas que usaba eran diversas: poseía un enorme caldero en el que hervía vivos a sus condenados: despellejaba a los condenados y esparcía sal en la carne viva, desgarraba la carne de las víctimas con fierros incandecentes; con un mazo quebraba la cabeza de los hijos delante de sus madres y luego les arrancaba los pezones y senos, sentía placer al rostizar a las víctima ensartadas como brochetas a fuego lento. Aunque sin duda su tortura preferida lo era sin duda el empalamiento.

Se colocaba al condenado boca abajo, los brazos amarrados detrás de la espalda y las piernas abiertas. El verdugo tomaba el palo y después de haberlo untado lo metía en el ano de la víctima por unos 50 o 60 cm. la víctima ya empalada se ponía en posición vertical y se clavaba en el terreno.

El sufrimiento era atroz y a cada movimiento el palo se resbalaba más hacia adentro del cuerpo del desafortunado hasta que salía por la espalda. la punta del palo se arrotonaba con cuidado para que resbalara entre los órganos internos hacia los lados pero no dañándolos, así aumentaba el dolor y la agonía que podía durar hasta tres días.

Este controversial capitan romano murió en 1476 en una emboscada turca en la cual fué arrastrado, decapitado y despedazado.